Conaculta presenta en la FIL de Guadalajara obras inspiradas en el caos y en la complicidad humana



Una serie fotográfica de Miguel Calderón inspirada en el caos y cuyos protagonistas son los integrantes de un escuadrón de motociclistas acróbatas, y una muestra de dos décadas del trabajo pictórico de Roberto Rébora, un artista cuyo trabajo “exclusivamente bebe de la fuente de la complicidad humana”, son dos de los más recientes títulos de la colección Círculo de Arte, de la Dirección General de Publicaciones (DGP) del Conaculta, que fueron presentados la noche del jueves 3 de diciembre, en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Minería.

Los autores fueron los encargados de detallar su proceso creativo de las referidas publicaciones, en compañía del fotógrafo y editor Pablo Ortiz Monasterio, coordinador de esta colección, una de las más emblemáticas de la DGP, quien comentó que a la fecha suma más de 200 títulos, y su formato de libro de bolsillo de pasta dura y sus 64 páginas se han convertido en sello de distintivo. 

Miguel Calderón, uno de los artistas contemporáneos mexicanos más reconocidos dentro y fuera de país, señaló que a partir su atracción por lo caótico y de una imagen en la que vio a un escuadrón de motociclistas fallar en uno de sus actos, le surgió la idea de hacer una película, sin embargo por las dificultades que encontró a su paso no logró terminarla, y cuando surgió la oportunidad de convertirla en libro la idea le agradó. 

“Siempre me ha gustado esta cosa del caos, y la imagen me remontó a algo muy trágico y absurdo, porque eran estos policías, que supuestamente sirven para mantener el orden y la gente se estaba burlando de ellos. Los contacté fui a su oficina y les pregunté si me dejaban documentar sus pirámides acrobáticas y muy emocionados de que alguien les prestara atención me dijeron que sí, comencé a ir a sus ensayos, y a darme cuenta que tenían unos protocolos relacionados a la masonería”.

El artista comentó que después de averiguar cosas sobre la masonería como el significado que tiene el triángulo (con el que se forma la pirámide) quiso saber más a través del escuadrón pero lo único que logró fue ganar cierta desconfianza.

El libro, titulado Miguel Calderón. El triángulo perfecto, documenta en fotografías los momentos en que falla en sus acrobacias el escuadrón. No sé si maliciosamente o curiosamente; no sé qué me impulso, pero siempre me han llamado la atención las anomalías que hay a mi alrededor y pues, evidentemente por la primera imagen que vi de la caída lo que quería era documentar su caída y no el triángulo, comencé a documentar imágenes de ellos desmoronándose”.

Se dieron cuenta que estaba tomando fotos, no de sus logros sino de sus caídas. Esto iba a ser una pequeña película, de repente cacharon que mi intención era explorar algo que no se esperaban y se quedó a medias”, agregó Miguel Calderón, quien dijo que por fortuna se presentó la oportunidad de publicarlo en Círculo de Arte: “Hacer libros me da un espacio muy diferente al de hacer una exposición o un video, y de cierta manera este caos y este fracaso creo que se consolidó muy bien en este libro”.

Hacer un libro de Roberto no es sencillo. Había que traducir la obra, cuadros grandes, fabulosos, traducir eso a un formato pequeño, inevitablemente el libro es un lenguaje antiguo, en ese objeto en esa plataforma antigua le metemos el trabajo pictórico en donde yo tengo que ver que pongo primero. Traducir el trabajo pictórico, que es otro lenguaje que es para mirarse, tiene formato tiene textura, a un objeto además en un formato muy chiquito, y la verdad fue proceso suave, amable, dulce, expuso Roberto Rébora sobre la publicación de su obra.

Roberto Rébora mencionó que para hacer su libro homónimo envió de manera continua sus cuadros, sin ningún tipo de especificación respecto al periodo en que los realizó, abarcando un periodo de aproximadamente dos décadas, de 1994 a 2014.

A partir de eso Pablo Ortiz Monasterio me presentó una primera secuencia que me encantó, que empezó por las cuestiones más formales que es el retrato, que para el pintor, desde luego, es el grado más exigente de todos, señaló el artista quien se definió como un pintor exclusivamente pictórico “que no usa elementos extrapictóricos; un oficio que le da la espalda al mundo.

“A diferencia de Miguel (Calderón) o de ciertas formas de trabajar en el arte contemporáneo, mi trabajo exclusivamente bebe de la fuente de la complicidad humana. Yo sólo puedo retratar a gente que conozco, todo mi trabajo es referencial, es digamos trabajo adentro, nunca tengo ningún tipo de metodología o de elaboración, lo mío es exclusivamente un gesto empírico-lírico, en la medida de las posibilidades lo más económico posible.

“Cada cuadro es una apuesta en la exigencia última de mis habilidades, de mi atención, en ese sentido yo le he dado la espalda al mundo, en el sentido de que exclusivamente soy un hombre de taller, no participo de círculos”, comentó el artista y detalló que tras esta primera parte del libro, la obra elegida se fue sucediendo hasta llegar a lo más reciente.

“Hasta lo que estoy haciendo desde hace dos años, justo el momento en que llevé al límite el ejercicio del gesto que es exclusivamente lineal, es decir no se puede reducir más el elemento de la expresión plástica que es la línea recta, paralela, y en ese sentido, siento que se abrió una especie como de percepción hacia espacios de una dimensión en donde la posibilidad narrativa sigue presente, pero se hace virtual, hipnótica”, detalló Roberto Rébora.

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