José Manuel Gómez
Es una típica
mañana brutal, en una ciudad brutal, en un mundo asquerosamente real. Un
enfrentamiento entre policías y
pistoleros como muchas otras calamidades que pasan a diario en alguna de
nuestras calles. Las balas rasgan el aire, como una navaja rasgaría la seda,
los delincuentes, armados hasta los dientes e intoxicados por la sensación de
poder que produce, en mentes violentas, la posesión de un fusil de asalto,
descargan indiscriminadamente a policías y civiles las municiones de su
arsenal. El llanto de las sirenas de ambulancias y patrullas no hace más que
aumentar el alboroto y la confusión de aquellos que no pueden defenderse. Los
padres buscan con demencia a sus hijos, los niños buscan el abrazo de sus
padres, aquellos que no tienen a quien aferrarse, miran desesperados al cielo,
suplicando. No imploran por el consuelo de un Dios misericordioso, sino por la
llegada de un vengador “superhumano” que castigue a los malvados con fuerza
sobrenatural y reclame la tierra para los justos, que gustosamente desean
entregarle, entre aplausos atronadores, las riendas de su mundo.
El mito del
superhéroe, surgido de la cultura popular desde finales de la década de los
20´s, con sus múltiples aristas éticas y sus raíces profundamente sumergidas en
el cuerpo de las leyendas clásicas, cuentos de guerreros y figuras mesiánicas
rodeadas de un halo trágico, resulta fascinante. Un humano, normal, con una
vida común y corriente, perdido entre los billones de personas con vidas
insulsas es, de repente, dotado con poderes que desafían toda lógica y escapan
a la explicación científica más rigurosa. A partir de ese momento se vuelve un
ser con la responsabilidad de defender la justicia, la libertad y la vida de
los pobres humanos que solo pueden cruzarse de brazos por ser simplemente incapaces
de defender su propio mundo.
El escritor Frank
Herbert, opinaba que e crean enormes problemas cuando los errores humanos se
cometen en la escala de un superhéroe, decía que “los héroes son un dolor, los
superhéroes son una catástrofe. Los errores de los superhéroes nos llevan a la
mayoría al desastre” y es que en un mundo con tantos puntos de vista, con
tantas opiniones divergentes acerca del bien, el mal, la creación y la
destrucción, ¿Cómo puede una sola persona aspirar a conocer la verdad de las
cosas? A no ser que pretenda imponerla por medio de una fuerza descomunal y
rayos asesinos presuntamente actuando en nombre de un bien que no es mas que
una postura parcial.
Aunque se pudiera
dar nacimiento a un héroe infalible, las cosas que este héroe pondría en marcha
podrían caer en manos de mortales errantes no hay mejor forma de destruir una
civilización, sociedad o raza, que poner en manos de un superhéroe las salvajes
convulsiones que siguen a su juicio crítico y a su poder de decisión. Pero aun
nos seguimos fascinando con ellos, con su leyenda, con su aura de perfección,
volteamos hacia arriba, preguntándonos, ¿acaso eso arriba es un pájaro?