CANTO A MI MISMO Fragmentos: Walt Whitman

1
Yo me celebro y me canto,
Y de lo que me apropie te debes apropiar,
Pues cada átomo mío te pertenece.
Ando vagabundo y me tiendo a mis anchas a mirar un tallo de hierba estival.
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, se formaron de este suelo, de este aire,
Nacido aquí, de padres cuyos padres aquí también nacieron, al igual que sus padres,
A mis treinta y siete años, con una salud perfecta,
He empezado a vivir, y sólo espero no dejar ya de hacerlo hasta mi muerte.
Que se callen ahora las escuelas y los credos,
Me sirvieron y nunca he de olvidarlo,
Acojo el bien o el mal, dejo que todo hable sin importarme el riesgo,
A la naturaleza sin frenos con su energía originaria.
3
He oído lo que decían los charlatanes sobre el principio y el fin,
Pero yo no hablo del principio y del fin.
Jamás hubo otro principio que el de ahora, ni más juventud o vejez que las de ahora,
Y nunca habrá otra perfección que la de ahora,
Ni más cielo o infierno que éstos de ahora.
Instinto, instinto, instinto.
Siempre el instinto procreando el mundo.
Surgen de la sombra los iguales, opuestos y complementarios, siempre sustancia y crecimiento, siempre sexo,
Siempre una red de identidades, siempre distinciones, siempre la vida fecundada.
De nada vale trabajar con primor; cultos e ignorantes lo saben.
Seguro como lo más seguro, enclavado con plomo en las columnas, abrazado al poste firme,
Fuerte como un caballo, afectuoso, soberbio, ecléctico,
Yo y este misterio aquí estamos frente a frente.
Limpia y tierna es mi alma, y limpio y tierno es todo lo que no es mi alma,
Si falta uno de los dos, ambos faltan, y lo visible es prueba de lo invisible,
Hasta que se vuelva invisible y haya de ser probado a su vez.
Cada época ha humillado a las otras enseñando lo mejor y deshechando lo peor,
Y yo, como conozco la perfecta justeza y la eterna constancia de las cosas,
No discuto, me callo, y me voy a bañarme para admirar mi cuerpo.
Hermoso es cada uno de mis órganos y de mis atributos, y los de todo hombre bello y sano,
Ni una pulgada de mi cuerpo es despreciable, y ni una debe ser menos conocida que las otras.
Me siento satisfecho: miro, bailo, río, canto;
Cuando mi amante compañero de lecho, que ha dormido abrazado a mí toda la noche, se va con paso quedo al despuntar el alba,
Dejándome cestas cubiertas con lienzos blancos que llenan con su abundancia mi casa,
Yo las acepto con naturalidad, ¿pues habría de tasarlas hasta el último céntimo para conocer exactamente el valor de su regalo?


20
¿Quién anda por ahí anhelante, místico desnudo?
¿Cómo es que saco fuerzas de la carne que tomo?
¿Qué es un hombre, realmente? ¿Qué soy yo? ¿Qué vosotros?
Cuanto diga que es mío deberás apropiártelo.
De otra forma, escucharme sería perder tu tiempo.
No voy gimoteando a través de la tierra:
Que los meses se pasan, que la tierra es fangosa, miserable y muy sucia.
Gemidos y plegarias serviles son remedios para enfermos e inválidos; quede el conformarse muy lejos de mi vida,
Yo me pongo el sombrero dentro y fuera de casa.
¿Por qué tengo que orar? ¿Y adorar y andar con ceremonias?
Después de escudriñar en los estratos, de analizarlo todo, de hablar con los expertos y calcular minucias,
He llegado a saber que el sebo más sabroso va adherido a mis huesos.
Me veo en todos, ninguno es más que yo, ni es menos un grano de cebada.
Sé que soy fuerte y sano,
Todo marcha hacia mí, constantemente,
Todo me escribe y debo descifrar lo que me dice.
Sé que soy inmortal.
Sé que mi órbita no podrá ser descrita con compás de artesano,
Que no me perderé como se apaga la espiral que en la sombra traza un niño con fuego de un carbón encendido.
Sé que soy venerable,
Y no fuerzo a mi espíritu a que explique o defienda,
Pues las leyes más fijas nunca piden disculpas
(Después de todo no soy más orgulloso que el cimiento que sustenta mi casa),
Existo como soy, con eso basta,
Y si nadie lo sabe me doy por satisfecho,
Lo mismo que si todos y uno a uno lo saben,
Hay un mundo al que tengo por el mayor de todos, que soy yo y que lo sabe,
Si llego a mi destino, ya sea hoy ya sea dentro de millones de años,
Puedo aceptarlo ahora o seguir aguardando, con igual alegría.
La base donde apoyo mis pies es de granito,
Me río cuando dicen que puede disolverse,
Porque conozco lo que dura el tiempo.
21
Soy el poeta del cuerpo y soy el poeta del alma,
Sé de goces de cielo y de horrores de infierno,
Injerto los primeros a mi ser, los aumento, y dejo los segundos para decirlos en un idioma nuevo.
Soy el poeta de la mujer no menos que del hombre,
Y digo que es tan noble ser mujer como hombre,
Que no hay nada más noble que ser la madre de los hombres.
Canto a la exaltación o a la soberbia,
Bastante hemos rogado, bajando la cabeza,
Y afirmo que el tamaño no es más que desarrollo.
¿Has superado al resto? ¿Llegaste a presidente?
Es una nimiedad, cualquiera podrá alcanzarte y luego ascender más arriba.
Yo soy el que navega a través de la noche,
Llamo a la tierra, al mar, envueltos por las sombras.
Estréchame en tus brazos, noche de pecho desnudo,
Estréchame en tus brazos, noche magnética y fecunda,
Noche de los vientos del Sur, noche de grandes estrellas solitarias,
Noche callada y somnolienta, loca y desnuda noche de verano.
Sonríe, tierra voluptuosa de alientos de frescura,
Tierra de árboles umbríos y dormidos,
Tierra de crepúsculos muertos, tierra de cumbres perdidas en la bruma,
Tierra de fluir cristalino cuando la luna llena te ilumina de azul.
Tierra de luz y sombra que jaspean la corriente del río,
Tierra de limpio gris y de nubes a mis ojos brillantes,
Tierra yacente y ancha, tierra rica de manzanos en flor,
Sonríe, porque llega tu amante.
Pródiga, me has brindado tu amor, te doy por ello el mío,
Mi inefable amor apasionado.
22
Y tú, mar... También a ti me entrego. Adivino lo que quieres decirme,
Desde la playa veo tus dedos que me invitan,
Y pienso que no quieres marcharte sin haberme besado.
Debemos estar un rato juntos: me desnudo y me llevas muy lejos de la costa,
Arrúllame y durmiendo al vaivén de tus olas,
Salpícame de espuma enamorada, que yo sabré pagarte.
Mar violento, tenaz y embravecido,
Mar de respiros profundos y revueltos,
Mar de la sal de la vida, de sepulcros dispuestos aunque no estén cavados,
Rugiente mar que, a capricho, generas tempestades o calmas,
También soy como tú: con uno y muchos rostros
Partícipe del flujo y del reflujo, cantor soy de los odios y de la dulce paz,
Cantor de los amantes que duermen abrazados
También doy testimonio del amor a mis prójimos:
¿Haré sólo inventario de todos mis objetos olvidando la casa que los tiene y cobija?
No soy sólo el poeta de la bondad, acepto también serlo de lo inicuo y lo malvado,
¿Qué son esos discursos que nos cuentan de vicios y virtudes?
El mal me sugestiona, y lo mismo la reforma del mal, mas sigo imperturbable.
¿Soy un inquisidor, un hombre que desprecia cuanto encuentra a su paso?
No soy más que aquel hombre que riega las raíces de todo lo que crece.
¿Te temes que la terca preñez sólo engendre tumores?
¿Pensabas que las leyes que rigen a los astros admiten ser cambiadas?
Encuentro el equilibrio en un lado lo mismo que en su opuesto.
Las doctrinas flexibles nos ayudan lo mismo que ayudan las más firmes,
Las ideas y acciones del presente nos despiertan y mueven,
Ningún tiempo es más bueno para mí que este ahora que me viene a lo largo de millones de siglos.
No hay nada de asombroso en las acciones buenas de antes o de ahora,
Lo asombroso es que siempre existan los malvados o los hombres sin fe.
24
Soy Walt Whitman, un cosmos, el hijo de Manhattan,
Tormentoso, carnal y sensitivo: como, bebo y engendro.
No soy sentimental ni miro desde arriba a hombres ni a mujeres de los que no me aparto,
No soy más orgulloso que humilde.
Despojad las puertas de cerrojos,
Sacad las puertas mismas de sus goznes:
Me humilla quien humilla a los otros,
Y nada se hace o dice que no recaiga en mí
Surge a través de mí la voluntad que crea corrientes y señales,
Yo digo la palabra primera, el santo y seña de la democracia,
Y juro que nada aceptaré si otros no pueden tener lo mismo en iguales condiciones.
Surgen de mí voces acalladas desde hace largo tiempo:
Voces de las interminables generaciones de cautivos y esclavos,
Voces de enfermos desahuciados, de ladrones y enanos,
Voces de los ciclos de gestación y de crecimiento,
Voces de los lazos que unen a los astros, de úteros y de semilla paternal,
Y de los derechos de aquellos a los que oprimen,
De los deformes, vulgares, simples, necios, despreciados,
De la niebla en el aire y del escarabajo que arrastra su bola de inmundicia.
Surgen en mí voces reprimidas:
Voces de sexo y de lujuria, veladas voces cuyo velo aparto,
Voces indecorosas que yo purifico y transfiguro.
No me tapo la boca con la mano
Y trato con igual delicadeza al vientre que a la cabeza o al corazón,
La cópula no es para mí más vergonzosa que la muerte
Creo en la carne y en los apetitos,
Ver, oír, tocar... ¡cuántos milagros!, y cada parte de mi ser es un milagro
Divino soy por dentro y por fuera, y santifico todo lo que toco o me toca,
El olor de mis axilas es más hermoso que una plegaria,
Mi cabeza más bella que los templos, las biblias y que todos los credos.
Si hay algo que venere más que a nada en el mundo es toda la extensión de mi cuerpo o cualquiera de sus partes:
A ti venero, arcilla clara mía,
A vosotros, mis bordes sombreados y mis robustos pies,
A tí, la reja de mi arado masculina y fuerte,
A todo cuanto hay en mí que se siembre y labore,
A tí, mi rica sangre, a tí, jugo lechoso, pálido extracto de fecunda vida,
A tí, pecho que estrechas a otros pechos,
A tí, cerebro mío, con tus circunvalaciones escondidas,
Húmeda ráiz de cálamo, tímida alondra
con nido recatado de dos huevos gemelos, a vosotros,
A tí, hierba mezclada, enmarañada, en cabeza, barba, cejas,
Savia goteante de arce, fibra de noble trigo, a vosotros,
A tí, sol generoso,
Nublados que alumbráis y oscurecéis mi rostro,
Arroyos y rocíos de sudor, a vosotros;
Vientos que me excitáis con el roce de vuestros genitales, a vosotros;
A vosotros, anchos prados de músculo, ramas de encina, amoroso holgazán de mis senderos,
Manos que he cogido entre las mías y rostros que besé,
Mortal a quien alguna vez toqué, a tí venero.
Estoy loco por mí, ¡Hay tanto en mí de bueno!
Cada momento y todo lo que pasa me llena de alegría,
No sé cómo se doblan mis tobillos, ni sé el porqué de mi deseo más nimio,
Ni el porqué de la amistad que brindo, ni el porqué de la amistad con que me pagan,
Mientras subo la escalera de mi casa me detengo a pensar si no estaré soñando,
La madreselva que crece en mi ventana me entusiasma más que todos los libros de metafísica juntos.
¡Y el amanecer!
La tenua luz consigue que se esfumen las más espesas sombras,
El aire es un hermoso sabor en mi garganta.
Del mundo que se mueve rezuman frescas masas que se cruzan oblicuas saltando en el silencio,
Los grávidos objetos se deslizan errantes hacia arriba y hacia abajo.
Algo invisible eriza libidinosos dardos,
Y mares de brillantes zumos inundan la bóveda celeste.
Tierra y cielo se unen, y de la íntima conjunción cotidiana,
Me llega del oriente el burlón desafío:
Atrévete, si puedes, a dominarlo todo.
25
El aurora tremenda y deslumbrante me mataría en seguida,
Si no pudiera yo, ahora y siempre, conseguir que el sol salga desde mí.
También nosotros, alma mía, ascendemos, temendos, deslumbrantes como el sol,
Hemos hallado nuestro ser más profundo en la frescura quieta de la aurora.
Mi voz persigue aquello que mis ojos no alcanzan,
Y mi lengua circunda con su hablar muchos mundos conjuntos de mundos.
Mi hablar, que es hermano gemelo de mi vista, y no puede medirse,
Me dice con sarcasmo, provocándome siempre:
"Walt, si albergas tantas cosas, ¿por qué no las expresas?"
No me atormentes, calla, ya sé que sabes mucho de articular sonidos,
Pero, ¿sabes, acaso, que los brotes se pliegan dormidos bajo el suelo.
Que aguardan en la sombra cubiertos por la escarcha,
Que el cieno retrocede ante mi voz profética?
Yo, que soy fundamento de todos los motivos, los equilibro al fin.
Mi saber, que es la parte más viva de mí mismo, comulga con el gozo -significado de todo lo existente-,
(Hombres y mujeres que me oís, salid pronto a buscarlo).
Me niego a demostrarte mis méritos más altos, me niego a confesarte quién soy en realidad,
Dedícate a abarcar mundos enteros y no trates de dar cuenta del mío,
Pues sólo con mirarte despierto lo mejor que hay en tí, lo más pulido.
No me ponen a prueba escritos y debates,
La prueba decisiva la llevo yo en mi rostro,
Y solo con silencios anonado al escéptico.
28
¿Qué es tocar, qué es sentir otro cuerpo? Es entrar tembloroso en otra identidad,
Fuego y aire corriendo por mis venas,
Con las yemas traidoras de mis dedos acudiendo en su ayuda a incrementar el fuego,
Mi sangre y mi carne se mueven como el rayo que ha de herir al que apenas se distingue de mí,
E incitantes, lascivas, paralizan mis miembros en toda su extensión,
Para extraer de la ubre de mi corazón hasta la última gota,
Se comportan conmigo de un modo licencioso sin ver mi resistencia,
Con no sé qué intenciones, me sacan y me roban lo mejor de mí mismo,
Van quitándome ropa para abrazarme luego con el cuerpo desnudo,
Y me engañan, confuso, con la paz luminosa del día y de los campos;
Impúdicas, rechazan a los otros sentidos,
Los sobornan buscando que le cedan al tacto su lugar en mi piel,
Se burlan de mi cólera, de mis fuerzas exhaustas,
Convocan a la chusma incitante a la fiesta,
Y unidas me atormentan desde aquel promontorio.
Los guardias abandonan sus puestos en mi cuerpo, Dejándome indefenso frente a un rojo asesino,
También ellos acuden a acusarme y a herirme.
He sido traicionado...
Desvarío, ¿qué digo? ¡Yo soy el gran traidor!
¡Si yo mismo me he unido a la facción rebelde!
Mis manos me llevaron al dulce promontorio.
Tacto bribón, ¿qué haces?, el aire se agolpa en mi garganta,
Abre tus puertas, no puedo resistirte.
32
Creo que podría retroceder y vivir con animales... ¡son tan agradables e independientes!
Me detengo y los observo largamente.
No se atormentan ni se quejan de su situación,
No lloran sus pecados en la oscuridad de la noche,
No me molestan con discursos sobre los deberes para con Dios,
Ninguno etá descontento ni sufre la locura de tener muchas cosas,
Ninguno se arrodilla ante otro ni ante los antepasados que vivieron hace miles de años,
No hay ni uno solo respetable o desdichado en la faz de la tierra.
Muestran así su afinidad conmigo y como tal la acepto.
Me pregunto de dónde sacaron esos signos:
¿Recorrí yo esa senda en épocas remotas y los dejé caer con mi descuido?
Entonces avanzaba, como avanzo ahora y siempre,
Más rico y veloz,
Infinito, siendo un poco de todos, uno más entre ellos,
Sin preocuparme mucho en escoger a quienes guardarán mis recuerdos,
Eligiendo aquí sólo a aquel al que más quiero y marchando con él en fraternal abrazo.
La belleza gigante de un caballo sensible y cariñoso responde a mis caricias,
La frente altiva, la testuz extensa,
Las ancas relucientes, ágiles, la cola larga hasta barrer el suelo,
La nobleza brillándole en los ojos, finas orejas, el andar flexible.
Dilata sus collares al sentir mis talones,
Se estremecen gozosos sus miembros torneados con nuestra cabalgada...
Apenas un minuto te cabalgo, caballo, y en seguida te dejo.
¿Para qué me haces falta si puedo aventajarte corriendo más ligero?
Esté sentado o en pie, siempre te dejo atrás.
40
Sol ostentoso, no necesito tu calor,
Iluminas superficies tan sólo, yo calo más adentro.
Y tú tierra, que pareces buscar entre mis manos,
Dime, vieja adornada, ¿tú qué quieres?
Hombre o mujer, quisiera confesarte mi amor, pero no puedo,
Y quisiera decirte lo que se esconde en mí o en vosotros, pero no puedo,
Y quisiera decirte la congoja que siento, la que no me abandona por la noche o por el día.
Óyeme: yo no hago discursos ni reparto limosnas,
Cuando doy, me doy a mí mismo por entero.
¿Qué haces ahí, impotente, arrodillado?
Ábreme ya tu pecho para que infunda valor en tus entrañas,
Extiende bien las palmas de las manos y ofrece tus bolsillos,
No acepto negativas, insisto, me sobran las riquezas,
Y ofrezco cuanto tengo. No me pregunto quién eres, no me importa,
Sólo puedes hacer y ser lo que yo quiero.
Respeto al que trabaja en los algodonales y al que limpia letrinas,
Y pongo en sus mejillas un beso fraternal,
Os juro por mi alma que nunca he de negaros.
Engendro niños ágiles y fuertes en las hembras fecundas,
(Ese día plantó la simiente de una nueva república, mejor y más sobervia.)
Me acerco hasta las casa del que está agonizando, descorro los cerrojos,
Lanzo los cobertores a los pies de la cama,
Y despido al médico y al cura.
Me inclino sobre el hombre que muere y lo levanto con una voluntad irresistible,
"Aquí esta mi cuello -le digo-, desdichado,
Por Dios, no desesperes, apóyate en mi cuerpo colgándote de mí.
Te infundo un gran aliento, un soplo gigantesco,
Un ejército en armas va ocupando tu casa,
Quien me ame se reirá de la muerte.
Duerme, ellos y yo velaremos tu sueño,
No habrá duda ni muerte que se atreva a tocarte,
Te he abrazado y con eso ya serás siempre mío,
Mañana, al despertarte, verás que no te engaño."
48
Ya he dicho que el alma no vale más que el cuerpo,
Y he dicho que el cuerpo no vale más que el alma,
Y que nada, ni Dios, es más grande para uno que uno mismo,
Que aquel que camina sin amor una legua siquiera, camina amortajado hacia su propio funeral,
Que tú o yo, sin tener un centavo, podemos adquirir lo mejor de este mundo,
Que el mirar de unos ojos o el guisante en su vaina confunden el saber que los tiempos alcanzan,
Que no hay oficio ni profesión tan bajos que el joven que los siga no pueda ser un héroe,
Que el objeto más frágil puede servir de eje a todo el universo,
Y digo al hombre o mujer que me escucha:
"Que se eleve tu alma tranquila y sosegada ante un millón de mundos."
Y digo a la humanidad: "No te inquietes por Dios,
Porque yo, que todo lo interrogo, no dirijo mis preguntas a Dios,
(No hay palabras capaces de expresar mi postura tranquila ante Dios y la muerte.)
Escucho y veo a Dios en cada cosa, pero no le comprendo,
Ni entiendo que haya nada en el mundo que supere a mi yo.
¿Por qué he de desear ver a Dios mejor de lo que ahora le veo?
Veo algo de Dios cada una de las horas del día, y cada minuto que contiene esas horas,
En el rostro de los hombres y mujeres, en mi rostro que refleja el espejo, veo a Dios,
Encuentro cartas de Dios por las calles, todas ellas firmadas con su nombre,
Y las dejo en su sitio, pues sé que donde vaya
Llegarán otras cartas con igual prontitud.
51
Se borran el pasado y el presente, pues ya los he colmado y vaciado,
Ahora me dispongo a cumplir mi papel en el futuro.
Tú, que me escuchas allá arriba: ¿Qué tienes que decirme?
Mírame de frente mientras siento el olor de la tarde,
(Háblame con franqueza, no te oyen y sólo estaré contigo unos momentos.)
¿Que yo me contradigo?
Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué?
(Yo soy inmenso, contengo multitudes.)
Me dirijo a quienes tengo cerca y aguardo en el umbral:
¿Quién ha acabado su trabajo del día? ¿Quién terminó su cena?
¿Quién desea venirse a caminar conmigo?
Os vais a hablar después que me haya ido, cuando ya sea muy tarde para todo?
52
El gavilán manchado se abalanza directo y me reprocha mi charla y mi tardanza,
Tampoco a mí me han domesticado, también soy inefable,
Lanzo mi salvaje graznido sobre los tejados del mundo.
El último fulgor que pone fin al día se demora por mí,
Y proyecta mi imagen como otras -tan real como otras- en los llanos desérticos en sombras,
Me empuja hacia la niebla y la penumbra.
Parto ya como el aire, sacudiendo mi blanco pelo hacia el poniente sol,
Lanzo mi cuerpo al centro del veloz remolino y lo disperso en jirones de espuma,
Me entrego al limo para crecer después con la hierba que amo,
Si quieres reencontrarme, mira bien en las suelas de tus botas.
Apenas sabrás quién soy o qué quiero decirte,
Pero he de darte salud y vigor filtrándote la sangre.
No desesperes si no me encuentras pronto,
De no estar junto a tí, mira más lejos,
Que yo en alguna parte te estaré esperando.

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