Ernesto Rivera Rodríguez
Picando piedra día con día, el alcalde de
Acapulco, Luis Walton Aburto, ante los gritos de la desesperación social que por
momentos parece “arrancarse los pelos con las manos”, y que parece que preferiría vivir en tiempos
del polvoso Acapulco, la obra municipal si bien hoy no es reconocida por los
mismos acapulqueños, estos, sin duda quisieran seguir viviendo en la “caja China”,
o en el mundo de una ciudad arrumbada a un destino sin gloria.
De Acapulco no sólo ha cambiado su rostro,
ni su perfil para las fotos o las actuales selfies, Acapulco ha cambiado para vivir mejor hoy y las
próximas generaciones. Porque se le ha metido las manos, hablando de ingeniería
urbana, ahí donde pocos, pero muy pocos alcaldes se habían atrevido hacerlo: en
su drenaje profundo. Abrir en “canal”, avenidas, calzadas y calles, frente la
mirada de los ciudadanos, que atónitos y escépticos hemos visto lo que tenía
Acapulco en las entrañas de sus calles.
Tubería de agua potable y drenaje a punto de colapsarse o ya colapsadas.
Una obra como expresan los ingenieros, esos
que si saben los políticos de café, no lo criticologos por inercia, aquellos que
han visto pasar alcaldes a los que le sirven sólo para aplaudirles.
Luis Walton ha metido no sólo las manos, su
decisión de cambiar Acapulco, está en algo mucho más profundo que los simples y
mundanos intereses políticos y futuristas. Meter las manos en las obras que si
cambian el “tono” de una ciudad, en obras que quedan sepultadas bajo las
avenidas que también hoy han sido transformadas, cuando ya se transita sobre
concreto hidráulico, y que en los miles de hogares acapulqueños se puede contar
con agua potable, con mayor regularidad, es algo que debe de llamar la atención
al más escéptico de los cafetólogos y opositores por sistema, que ven cada día
más lejanas sus aspiraciones, cualesquiera que estás sean, cuando los
resultados que se tienen enfrente no solo suman a la infraestructura de una
ciudad que como dijera y parafraseando a Luis XVI, “Acapulco, bien vale una
misa”.
Dos. El Cuento del “Niño y el Vestido del
Rey” le queda que ni mandado hacer al Delegado del Instituto Mexicano del
Seguro Social en Guerrero, al añorvista José Luis Ávila Sánchez, porque sólo él, en su imaginación y en su
perversidad, sabe de qué IMSS hablo se supone que habló al presentar su Primer
Informe de actividades, porque la realidad es otra, y es una realidad muy
amarga, dolorosa en todos los sentidos.
El IMSS en Guerrero, alguien se lo debería
de decir, se encuentra en total abandono, integralmente su informe carece de
veracidad, el cual rindió ante quienes siempre han sido sus “aplaudidores”, la
clase añorvista, con la cual se protege, pero que lejos está de conocer la
triste y terrible realidad en que se encuentra la principal institución de
salud pública del país, en Guerrero, basta con acercarse a las unidades
médicas, a los centros de salud, ahí en los municipios donde se encuentra,
porque con todo y su más de medio siglo de existencia no ha sido capaz de
llevar sus servicios a los 81 municipios de la entidad.
Ávila Sánchez no debe darse baños de
triunfalismo, cuando su responsabilidad está por los suelos, cuando ha mostrado
una total ignorancia de la realidad del Instituto que dice dirigir, pero que al
primer “chasquido de dedos”, corre a presentarse ante su verdadero jefe. Porque
vale más estar bien con él, que cumplir cabalmente con esa digna institución
llamada Instituto Mexicano del Seguro Social.
gernestorivera@gmail.com
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