Trece canciones inquietantes, desconcertantes e innovadoras que rompieron con el status quo y las expectativas de lo que debía ser una obra artística estética en Rusia, fueron abordadas por José Wolffer en su conferencia La música en la vanguardia rusa.
La charla se realizó en el contexto de la exposición Vanguardia rusa. El vértigo del futuroque se presenta, hasta el 7 de febrero, en el Museo del Palacio de Bellas Artes.
A lo largo de su plática, el pianista y crítico musical presentó estas composiciones destacas y representativas de las experimentaciones musicales creadas durante el movimiento de la vanguardia rusa.
La primera pieza de la noche fue Vals, de Piotr Ilich Tchaikovski, melodía que decenas de jóvenes escucharon con atención, ya que se trata de una pieza futurista, que apuesta por la tecnología y está basada en el Theremín, uno de los primeros instrumentos electrónicos creados en la vanguardia, el cual fue diseñado por el inventor ruso León Theremín.
Las tres siguientes melodías que sonaron fueron fragmentos de La victoria sobre el sol, de Mijail Matiushin, una de las obras paradigmáticas de la época, ya que es la primera ópera futurista creada en el movimiento artístico, donde se hace uso de elementos tecnológicos para recrear en la mente del escucha ambientes de velocidad y vértigo.
De esta pieza sonó La canción del matón, un fragmento del segundo acto y la Canción militar del aviador, obras donde se habla de la pequeña burguesía de la época, el ascenso de la tecnología y el proletariado, donde se descontextualiza y se intenta meter un idioma que no tiene sentido con el propósito de innovar, a través de los ruidos y la voz humana, en la música de la época.
En el Área de murales, José Wolffer también presentó Dos visitas a la fábrica, una sección musical donde se mostró la pieza La fundidora de acero, de Aleksandr Mosólov y el movimientoLa fábrica de El paso de acero, de Serguéi Prokófiev, canciones que el director de orquesta comentó reflejan lo épico de las máquinas.
El autor de proyectos curatoriales y educativos para diferentes instancias, entre ellas la Fonoteca Nacional, Instrumenta Oaxaca, Instituto Mexicano de la Radio y la Secretaría de Cultura, a la par presentó las obras Sinfonía de sirenas y Marcha fúnebre de los trabajadores, del compositor, teórico y funcionario cultural Arseny Avraamov.
Se trata de piezas que para ejecutarse involucraban a toda una ciudad, desde una flota de barcos, pasando por explosiones y las sirenas de las fábricas, hasta coros de miles de trabajadores.
De acuerdo con el creador del Festival Radar, es la obra de un personaje destacado en la época porque fue un visionario al darse cuenta que era posible generar cualquier tipo de sonido sintético a partir del fonógrafo y propugnaba que se quemarán todos los pianos, ya que, según él, limitaban el sentido musical del pueblo y los compositores.
El editor de la antología Silvestre Revueltas: Ventanas y caminos también exhibió obras futuristas, vanguardistas, ácidas y críticas del compositor Aleksandr Mosólov: Cuatro anuncios de periódico, las cuales describen noticias sacadas de un periódico que son musicalizadas y hablan de unos perros extraviados, sanguijuelas, un cambio absurdo de nombre y de un exterminador de plagas que ofrece sus servicios.
Finalmente, el asesor de música y artes escénicas de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo puso un fragmento de la obra expresionista Sinfonía No. 1, de Gavriil Nikoláyevich Popov, la cual fue censurada al día siguiente de su estreno en 1935, por ser demasiado estridente e inquietante.
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