Mujeres en resistencia

 


Por Paula Jimena Soto Cruz
Estudiante de la UVM Campus Querétaro


La imparable violencia de género que viven las mujeres mexicanas es un problema innegable. Según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la cifra de mujeres y niñas víctimas de feminicidio en 2020 fue de 940; sin embargo, esta cifra solo corresponde a delitos legalmente tipificados como feminicidios. La cifra oficial de homicidios dolosos de mujeres en 2020 fue de 2,783, lo que significa que en este país un total de 3,723 mujeres fueron asesinadas violentamente el año pasado; estamos hablando de 10 feminicidios al día aproximadamente, ya que esta cifra nunca logrará ser exacta. Sin mencionar que durante este año de pandemia se registró un alza de 1.4% en casos de feminicidio en el país.

La realidad de la violencia de género no es solo esta, nos vemos obligadas a luchar para erradicar la creciente desaparición forzada que viven mujeres y niñas todos los días, pensemos en todas las publicaciones de desaparecidas que vemos en nuestras redes sociales y noticieros, pensemos en que cada hora hay 25 denuncias por violencia intrafamiliar, pensemos en las víctimas de agresión sexual; en México hay 79 ataques de posible violación cometidos y denunciados al día, todos los días; y la impunidad de los agresores rebasa el 95% porque solo 5 de cada 100 denuncias llegan a una sentencia, esto según la INEGI. Sin mencionar que el 94% de las agresiones ni siquiera son denunciadas por las víctimas que las padecen.

Estas situaciones no pueden seguir sin tomarse en serio, la capacidad de investigación, la falta de protocolos y poca profesionalización no permiten que se haga justicia por todas estas faltas y la frecuencia con la que son cometidas aumentan el riesgo de que se normalice y continúe la cultura de la violación y violencia de género que se practica en México y muchas partes del mundo. Un problema de esta magnitud requiere de dejar de invisibilizar, minimizar e ignorar estas agresiones, basta de negar asistencia y basta de responsabilizar a las víctimas.

Prevenir y eliminar las conductas que afectan nuestra tranquilidad es un reto, porque conllevan un proceso de deconstrucción y sensibilización en el que estas obligado u obligada a renunciar a la estructura machista en la que muchas personas están envueltas.

Este 8 de marzo las calles de Latinoamérica se llenaron de mujeres que protestan en contra de violencias no sólo extremas, si no también las sutiles y cotidianas para lograr derechos que simplemente no son negociables; protestan para que se rompa el silencio y el pacto patriarcal, por hacer entender a la población que la ropa que una lleva puesta no significa menos respeto, porque la violencia de género no distingue entre menores de edad, profesionistas, etnias, madres de familia o estudiantes.

Las mujeres resisten porque defienden y buscan la igualdad de derechos sociales, políticos, legales y económicos respecto del hombre; y el “feminismo interseccional” destaca cómo las mujeres se enfrentan a diferentes formas de discriminación en función de la raza, la clase, la etnia, la religión y la orientación sexual.

El activismo de las mujeres ha detonado opiniones divididas y polémicas desde generaciones pasadas hasta el presente, si algo no podemos olvidar, es que las acciones colectivas tienen el poder de transformar y crear leyes que garanticen nuestra integridad como humanos que somos. Alrededor del mundo continúan los avances de las mujeres en la economía, el arte, la ciencia, el deporte, etc. Las mujeres siguen siendo una minoría en los galardones y comités de selección, sin embargo podemos celebrar que se está abriendo paso a la entrega de premios globales como el Nobel de literatura (Louise Glück), química (Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna) y física (Andrea Ghez), la mutilación genital femenina fue prohibida en Sudán, vimos por primera vez a la primera mujer árbitra en un partido de la Champions League, se legalizó el aborto en Argentina, el algunos partidos ya se exige paridad de género, se aprobó la Ley Olimpia y la Ley Ingrid, etc. Pero recordemos que la resistencia continúa hasta erradicar la idea de que el hombre es de alguna manera superior a la mujer, hasta que se rompan los absurdos roles de género, los estereotipos y la sexualización de las mujeres. No basta con tener derecho a votar, poder usar pantalones o asistir a la escuela, es urgente que las bromas sexistas aparentemente inofensivas y otros micro machismos como el mansplaining, dejen de pasar desapercibidos. Debe quedar claro que un hombre no puede continuar pensando que una mujer no puede lidiar con ciertas tareas por ser “muy emocional” o “muy hormonal”.

Cada quien elige de que manera manifestara su inconformidad ante la situación; algunas desde su trinchera compartieron infografías, videos, imágenes y publicaciones referentes al día de la mujer, algunas optaron por salir a marchar y evidenciar su furia, hay quienes dan talleres o platicas y hay quienes asisten a ellas, otras dibujaron hermosos carteles, cantaron una canción, montaron coreografías e incluso hay colectivos que plantan árboles en memoria de las víctimas de feminicidio.

Es decir, podemos enfocar la lucha contra la violencia de género de la manera que más nos sintamos identificadas porque de eso se trata, de no obligar a ninguna mujer a hacer algo que no quiere. Siempre recordando que las mujeres no odian o descalifican a un hombre así porque sí, si no por conductas que no pueden seguir siendo tolerables.




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