La construcción de un mundo más colaborativo

La pandemia causada por la covid-19 ha sacudido a la humanidad. Pero más allá de la crisis de salud y sus consecuencias económicas hay otras “pandemias” que se han magnificado, como la violencia intrafamiliar, la crisis de salud mental, el abandono escolar y el aumento de brechas en el acceso a la educación, así como el éxodo de mujeres del mercado laboral. Sin embargo, estas situaciones no están siendo priorizadas ni atendidas por la economía y sociedad actual. ¿Por qué?

Según Riane Eisler, sucede porque nuestros sistemas económicos y sociales no miden ni valoran el cuidado: ni el propio, ni el de los demás, ni tampoco el del medio ambiente.

Riane es una historiadora y abogada de origen austriaco, que, durante la segunda guerra mundial, se refugió en Cuba y luego en Estados Unidos. Ella ha dedicado su carrera a estudiar sistemas sociales desde una perspectiva interdisciplinaria.

Su libro más famoso, El Cáliz y la Espada, publicado en 1987, ha sido traducido a más de veinte lenguas.  En él analiza evidencia arqueológica, antropológica y prehistórica para explicar cómo hace siete mil años se vivía en sistemas de cooperación, inclusión y paz, antes de que fueran más comunes las sociedades donde la dominación, la violencia, la desigualdad y el patriarcado se convirtieron en la norma.

Ha desarrollado un marco conceptual para analizar sociedades a partir de cómo se construyen roles de género, las estructuras socioeconómicas y la educación:  en sistemas que tienden a la dominación o en un sistema que puede ser reconstruido y que ha llamado el “colaborativismo”.

Estos sistemas o configuraciones son semejantes al “sistema operativo” de nuestra cultura y marcan nuestras relaciones en la familia, en la educación, en la economía, en la política en nuestras relaciones con la naturaleza y con la religión, empezando desde la primera infancia.

Pensemos que nuestras sociedades no son puramente de dominación o de colaboración, sino que estamos en un espectro que cambia y construye.  ¿Cómo podemos avanzar hacia sociedades más colaborativas, donde se valore la equidad, el cuidado y las interconexiones entre estos?

El colaborativismo tiene cuatro pilares o palancas de cambio, interconectadas entre sí:  1) La infancia y la familia; 2) Las relaciones de género; 3) La economía; y 4) La narrativa y el lenguaje.

Hoy sabemos, por avances en las investigaciones en neurociencias y en epigenética, que la etapa más importante en el desarrollo de los seres humanos es la primera infancia.  En este periodo, que comprende desde el embarazo hasta los 5 años de vida, el cerebro se desarrolla de manera más acelerada y ese desarrollo tiene consecuencias –positivas y negativas– en la salud, productividad y bienestar de las personas a lo largo de su vida.

Las personas nos desarrollamos a través de las interacciones que tenemos con nuestro entorno, nuestra familia, comunidad, y ambiente. Las experiencias adversas que se viven en la infancia nos marcan de por vida y pueden además transmitirse genéticamente. En esta etapa, los niños pueden estar predispuestos a la empatía y la colaboración, o a aprender que la dominación y la violencia son caminos para resolver problemas.

De acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), dos de cada tres niños en primera infancia han vivido algún tipo de disciplina violenta en su hogar. De ahí que se vuelva más importante que nunca visibilizar y proteger a las niñas y niños de violencia y el abuso; así como asegurar que tengan acceso a la salud, educación y protección que les permita lograr su máximo potencial.

El pilar de género está vinculado de manera importante tanto con el tema de infancia y familia como con el de la economía.

México es un buen ejemplo, donde las mujeres han sido las más afectadas por el desempleo en la pandemia.  Su regreso al mercado laboral ha sido más lento que la recuperación del empleo de los hombres, en parte porque son las principales responsables del trabajo en el hogar y del cuidado de los hijos, en un entorno en que las escuelas y centros de cuidado no se han restablecido del todo.

En una entrevista reciente, Fátima Masse, directora de sociedad incluyente del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), estimó que el producto interno bruto (PIB) del país podría ser 15 % mayor si lográramos sumar 8,2 millones de mujeres a la economía de aquí al 2030.  Esto requiere acciones coordinadas del gobierno y del sector privado e incluye, entre otras medidas, un sistema universal de cuidado infantil y el incremento de licencias de paternidad y maternidad.

El otro tema relevante de los sistemas colaborativos tiene que ver con cómo se incorporan las contribuciones a la economía de la infraestructura natural y humana. Particularmente ahora, que el capital humano es más importante que nunca en la economía del conocimiento. De ahí que necesitemos un sistema en el que el cuidado de las personas, comenzando en la primera infancia, así como el cuidado de la naturaleza sean valorados y recompensados por todos los sectores de la economía, más allá del género.

Según un reporte reciente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), América Latina está atrapada en una trampa de alta desigualdad y bajo crecimiento, donde los niveles de violencia y las fallas en los sistemas de protección exacerban la problemática. Conectando los puntos entre estos temas, invertir en prevención de violencia, y en programas sociales que fomenten el desarrollo humano, partiendo de la primera infancia, sería una buena manera de avanzar.


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Parte del esfuerzo actual de Riane ha sido precisamente el de acuñar el “colaborativismo” porque necesitamos una narrativa y orientaciones claras que nos permitan entender lo que no estamos viendo y articulando, y que pasa por temas de género y cuidado, pues no es casualidad que la mayoría del trabajo en el hogar y de los niños recaiga en su gran mayoría en las mujeres.

Hay que considerar el enorme gasto social de no invertir en cuidado de calidad para la primera infancia, desde crimen, salud mental, pérdida de potencial humano y las consecuencias económicas que ello conlleva. Toda la sociedad está pagando los costos de no haber invertido lo suficiente en estás políticas de falta de cuidado.

De ahí que sea tan importante que los gobiernos, la sociedad civil, la academia y los empleadores repiensen sus políticas y sus espacios de trabajo para favorecer una economía más próspera y equitativa para todos.

Las empresas también tienen un rol importante que jugar.

Por eso desde el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) se creó una subcomisión de primera infancia, como parte de la comisión de educación. Las empresas saben que el bienestar de sus colaboradores está íntimamente relacionado con el de sus familias y sus comunidades. Invertir en políticas para promover el cuidado y la equidad genera innovación, retiene talento y mejora las relaciones laborales dentro y fuera de la empresa.

Riane ha publicado varios otros libros entre ellos: La Verdadera Riqueza de las Naciones y en inglés Tomorrow’s Children, enfocado a la educación en torno a la colaboración, y Nurturing our Humanity, este último junto con Douglas Fry.

Dirige el Center for Partnership Studies y, a sus 90 años, está activa en redes sociales, dando entrevistas y conferencias. Su legado es hoy más pertinente que nunca para diseñar el mundo que queremos construir tras esta pandemia, un mundo que priorice la verdadera riqueza de las naciones, su capital humano, más justo, inclusivo y colaborativo.

Este artículo se publicó originalmente en Pie de Página, de la red mexicana de Periodistas de A Pie.

RV: EG

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