Margarito López Ramírez
… don Jorge López
Mejía (El Mamacito), era hombre dado a referirse a las personas con expresiones
cariñosas: “oiga usted, mamacito…, permítame mamacita…, no se preocupe,
mamacito”. Hubo pues, en su decir: mamacito aquí…, mamacita allá… y más
Mamacitos y Mamacitas por doquier. He ahí que la gente le haya endosado el
sobrenombre de Mamacito, y que a su hijastro, el señor Filemón Astudillo Ortiz,
le haya heredado el mismo seudónimo.
Sus contemporáneos
narran que no obstante que en aquellos tiempos la carretera Tixtla-Chilpancingo
era una brecha casi intransitable que ahora se denomina carretera vieja, todo
aquel que viajaba con él no sentía lo abrupto y difícil del camino porque su conversación jovial y sus
ocurrencias aligeraban y amenizaban el momento.
Cuentan que era muy
dado a decir:
“Mi coche sube, avanza
más cuando traslada a ocho o nueve pasajero. Cuando sólo lleva dos o tres
criaturas del señor, su transitar resulta
dificultoso…” Los oyentes que viajaban por primera vez con Don Mamacito,
quedaban admirados al escuchar tal afirmación. Reflexionaban: “entre más peso,
mayor es la dificultad con la que el carro tendrá que lidiar”. No sabían éstos
que se refería a que si su vehículo llegaba a sufrir un desperfecto o se
atoraba en el lodazal que se formaba por las abundantes lluvias en el
paraje “Los Guayabitos”, éste avanzaría
con el esfuerzo de sus pasajeros que se verían obligados a empujarlo para no
quedarse en la mitad del camino.
Y en otros momentos
afirmaba:

Como en otras
ocasiones, quienes lo escuchaban, festejaron una más de un sinnúmero de
anécdotas que perduran y enriquecen el decir popular.
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