Margarito López Ramírez
… a Daniel Vargas González, hijo de don Pedro Vargas Santos
y doña Margarita González de Vargas, hermano de Felícitas, Adalberto, Martina,
Eufrosina, Nicolás, Maximino, Simón e Isabel, hombre probo que tomó su primer
resuello de vida en el hogar familiar asentado en el barrio “quieto” más
conocido como Santiago en la ciudad de Tixtla de Guerrero, Guerrero, por poseer
voz aguda y timbrada, le enjaretaron el sobrenombre de Gallo de Oro.
De entre otras anécdotas que circulan en torno a la vida de quien
fuera bohemio y trovador que en una ocasión hermanó su voz a la del renombrado
cantante Javier Solís, se dice que él y sus “amigos de tocada”, diestros
intérpretes y bailadores de sones de tarima, fueron invitados, por el ameritado
maestro Florencio Encarnación Urzúa, a un acto público en el que ejecutaron sus
instrumentos y cantaron La Iguana, El Zopilote, El Patito, El Gavilancillo y
otros sones que, a la par de aplausos y expresiones eufóricas de los
concurrentes, marcaron el acompasado zapatear de parejas de bailadores que mostraron
destreza y lucieron atuendos propios de su bailoteo sobre una tarima que la gente llama “ La Chincualuda”.

He aquí que la gente enterada de la magnitud de la masacre, cuando
lo veía transitar y participar en eventos
culturales, diera en decir: “Quiso Dios que Daniel, sus compañeros del grupo
musical y las parejas de bailadores salieran del edificio minutos antes de que
sucediera la matanza. De no haber sido así, ¡Padre mío, Señor sacramentado!,
otro gallo nos cantara, Y quién sabe qué le hubiera ocurrido a la tarima. ¡A
esa,… por andariega y chincualuda”!
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