La vigencia y el valor de la obra de Nellie Campobello, en particular de su novela Cartucho, fue el eje del discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua (AML) de la escritora Rosa Beltrán, ceremonia realizada en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
La narradora, ensayista y académica de la UNAM, recurrió al texto de la escritora duranguense para destacar la necesidad de replantear lo que es un clásico en la literatura y la manera como obras que hoy consideramos indispensables no siempre han sido leídas de modo ininterrumpido por largos periodos de la historia.
Ante el director de la AML, Jaime Labastida, y sus colegas Gonzalo Celorio, Vicente Quirarte y Felipe Garrido, señaló que se trata de uno de los ejemplos de la escritora cuya obra permanece en una suerte de vida latente, sujeto de ser reanimada cada determinado tiempo sin llegar a ser leída más que por un grupo de especialistas.
“Para quienes conocemos Cartucho y Las manos de mamá, es difícil entender que una obra tan rica y original haya sido ignorada por los lectores, pero más enigmático aún es que permanezca al margen de un canon que se obstina en dejarla de lado cuando se refiere al corpus que conocemos como novela de la Revolución, aunque invariablemente coincida en dar cuenta de sus méritos.
“Como han dicho muchos de sus críticos, se trata de 56 estampas como 56 balazos: súbitos, brutales, lacónicos, acordes, con un tono con el que identificamos el México violento que hoy vivimos. Una razón más por la cual los lectores de ahora se acercan a una obra que encarna una realidad atroz y las formas en que ésta se narra”.
De acuerdo con la autora de La corte de los ilusos, la violencia es la carne de la prosa deCartucho, que nos estalla en la cara: “¿No es acaso esta narrativa más cercana y más capaz de representar el absurdo de la violencia insensata que vivimos todos los días? ¿No es cierto que la violencia sin explicaciones de Campobello responde más fielmente a esta otra violencia todo abarcadora que quiere convencernos que ella es lo único que existe?”.
Consideró que en este texto literario sobre la Revolución Mexicana no hay nada más que lo que hay: una violencia permanente con la que se conmueve y convive todos los días.
“Esa naturalización, a mi juicio, es responsable de que los lectores de Nellie Campobello sientan su obra muy cercana a la época que nos habita. Una época capaz de entender lo que en el momento de su publicación y hasta hace muy poco había sido inconcebible, que hoy en cambio marcan nuestros días, que el mundo puede ser narrado desde la total falta de certidumbre, porque cuando ya no queda nada, se puede partir de cero y cuando no queda nada, nos queda la literatura”.
El escritor Gonzalo Celorio, encargado de responder el discurso, celebró que llegara el día de su ingreso formal a la institución: “Con Rosa Beltrán la Academia se renueva, se rejuvenece, amplía el espectro de sus saberes y fortalece su vinculación con otras lenguas y otras tradiciones literarias. También, por qué no decirlo, se embellece”.
Mencionó que la escritora se suma a una notable estirpe de notables intelectuales que va de José Vasconcelos a Rubén Bonifaz Nuño, de Alfonso Reyes a Carlos Fuentes, de Martín Luis Guzmán a Fernando del Paso.
“Es la suya una obra fecunda y diversa que abarca tanto la narrativa como los estudios interculturales derivados de su formación en literatura comparada, especialmente en las lenguas española, inglesa y francesa.
“En la actividad intelectual de Rosa Beltrán convergen, pues, de manera excepcional, la creación literaria y la investigación, tareas a las que hay que sumar la docencia y las dedicadas a la difusión de la cultura, en su condición de profesora, editora, periodista y directiva universitaria”.
Celorio se refirió al “inteligente y reivindicante discurso de la autora, del cual destacó, en primer lugar, por su originalidad y carácter controversial, y la relativa escasez de trabajos alusivos, la importancia de la elección del tema. La escritora duranguense Nellie Campobello a cuya obra le ha ocurrido, dos siglos y medio después y toda proporción guardada, algo similar a lo que le sucedió a la de sor Juana Inés de la Cruz.
“Su obra, cuando no desconocida, ha sido marginada e incomprendida y muchas veces denostada hasta el vituperio o ensalzada hasta la veneración. Lo mismo ha sido satanizada por su evidente filiación villista y por los monstruosos pasajes que en ella se relatan con una frialdad espeluznante, digna del más despiadado naturalismo europeo del siglo XIX, acentuado en este caso por la condición infantil de la voz narrativa que venerada como objeto de culto a causa de la propia biografía de su autora, siempre misteriosa y enigmática y al final de sus días francamente estremecedora, lo que con frecuencia ha modificado su lectura e incluso la ha sustituido, pues suele suceder que para algunos lectores la vida del escritor acaba de ser más importante que sus libros”.
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