Hugo Falcón Páez
Amalgama de sabiduría es tu corazón, mente y espíritu.
Hay una acepción muy común de llamar santos a los “elegidos por Dios”, también se refiere a los “diferenciados” o “distinguidos”. Hombres o mujeres que son una trascendencia espiritual, que a través del pecado o el error, han hallado en su creencia espiritual una conciencia de bondad. Un fundamento que se personifica en un vocablo latín, griego o hebreo. Que atribuido a estas fechas, la historia y quien la dicta, nos otorga una avalancha de necesidades y perturba vehementemente nuestros corazones y mente, como filamentos a punto de separarse. Pero creo que es un vórtice que nos traga, nos hace volver a ser más que fetos y retornar a la nada. La religión hace lo propio, el negocio es colosal, lo único que resta es hacer el bien y lo correcto. Qué tal difícil puede ser, todo está dicho y hecho. Amor es lo que se debe obsequiar al mundo, estar conscientes que la vida no es respirar. Es una condición hacia nosotros mismos, cuando llega un punto en el existir de cada quien donde se detiene el reloj.
Entendemos que las palabras fueron creadas por poetas, aquellos que crean y destruyen. Sólo si van acompañadas de actos heroicos, de compasión, de entrega, de perdón, de ternura, de cuidado y de respeto, se convierten en un mensaje de amor. La Navidad es un símbolo, y como tal es simple. Como el aire, la tierra, el agua y el fuego. Estos días solemnes pretenden por siempre unir a familias o parientes, amigos o enemigos, conocidos o desconocidos. Más allá de lo que se pueda creer, se debe tener en la mente que el dios tiempo nos celebrará de alguna u otra manera. No importan las religiones, ni los calendarios, ni los recintos, ni las sagradas escrituras. Importa uno. Todo lo que constituya bien para sí mismo y la humanidad, para conservar el patrimonio de nuestra entidad en el Universo, es la industria que revoluciona y evoluciona en una civilización. Lo demás es historia, criterios, opiniones, la oferta y demanda de algo que puede venderse o comprarse. Son como el diablo, la muerte y cada aliento de los perversos, de las obsesiones y celos que cada ente pueda escupir.
Celebrar que estás vivo al observar el firmamento y la luz del Sol, ¿no te hace razonar? Por ello te invito a que diseñes benevolencia, no te dañes ni dañes, la máxima que emana desde la morada de los nuevos significados. Los problemas se edifican a través de un sistema que nos ata, esclavos del miedo, sólo es relevante la supervivencia, el trabajo y el dinero. Asumimos tener prioridades cuando atacamos diversos especímenes, cuando devoramos este planeta, cuando matamos todo. La voluntad estriba en dar la mano y estrecharla tan fuerte, para que se comunique tu esencia, y no mentir como un pecado capital o verbalizar la real y absoluta verdad.
Un mensaje sin sustento quizá es una sonrisa, pero para pocos, es el alimento de los ángeles que nos da fuerza. Una palabra de aliento, es la que un padre o madre puede darle a un hijo en desgracia. Un abrazo, es el significado de hacernos útiles ante nosotros mismos. Un beso, es la potencia que nos rige como personas. La mente brilla en la obscura brecha llamada rutina, sin embargo, el conflicto no es lograr ser el número uno, tener éxito o ser el campeón. Es conservar el espíritu en su mismo lugar. Qué tan fácil puede ser, si todo está dicho y hecho. Hacer el bien y lo correcto.
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