La
Secretaría
de Cultura del Gobierno de México
y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), a través
de la Coordinación
Nacional de Teatro, y Teatro Epifanía presentan El chico que quiso volar con alas de insecto, puesta en escena
escrita y dirigida por Daniel Gutiérrez, que inicia temporada en el
Centro Cultural del Bosque (CCB), en el Teatro El Galeón Abraham
Oceransky.
Ofrece
una metáfora
crítica
y divertida sobre la vida en las periferias de Monterrey, Nuevo León,
al tiempo que retrata una historia de amor y desaparición desde la mirada
de un joven que busca escapar del ocio y de la rutina de la vida cotidiana.
Un viaje escénico por la
sociedad regiomontana
Mediante
el relato fabulado, El chico que quiso
volar con alas de insecto construye, en 75 minutos, una narrativa sobre el
lenguaje, los usos y las costumbres en las colonias populares de Monterrey y su
Área
Metropolitana. La pieza convierte a sus personajes en símbolos de una
resistencia cotidiana frente al calor sofocante, la contaminación,
la escasez de agua y la marginación.
Humanos e insectos se funden en una sola especie que sobrevive, sueña
y ama en condiciones extremas.
Con
actuaciones de Alex Estrada, Andrea Cortés, Diego de Lira
y Jennifer Peña
Ramírez,
el montaje transita por diversos géneros. La estructura permite una
multiplicidad de voces, perspectivas y tiempos. Se trata de una comedia que
refleja distintos arquetipos y hábitos
que forman parte de la cultura regiomontana. Es, a la vez, sátira
social, retrato íntimo
e invitación
a mirar de cerca lo que comúnmente
se evita ver.
El
lenguaje escénico
se apoya en un trabajo corporal y vocal de precisión. Dos actrices y
dos actores interpretan, sin abandonar la escena, a múltiples
personajes, narradores e investigadores. La escenografía, al centro de
las miradas del público,
está
construida a partir de estructuras modulares y delimitada por un cuadrilátero.
Junto con el diseño
de iluminación
y el paisaje sonoro, el entorno potencia la imaginación del público
y genera atmósferas
que transitan entre la comedia y la reflexión.
El
diseño
escénico,
de iluminación
y vestuario es del propio Daniel Gutiérrez; el diseño sonoro corre a
cargo de Alan Alanís.
Juntos logran un dispositivo vivo, expresivo con el universo simbólico
de la propuesta.
Una odisea marginal entre cucarachas,
deseo y resistencia
Es
la historia de Samuel, un joven sin grandes aspiraciones, atrapado en un empleo
mediocre y con la autoestima hecha trizas, que un día simplemente
desaparece. Pronto descubrimos que ha sido golpeado por una pandilla y por fanáticos
rivales del fútbol,
en medio del conflicto entre las barras
de Tigres y Rayados, y detenido por la policía. En su encierro
se encuentra con Chicle, personaje de terrible pasado y líder
de la pandilla local “los Chiches”, quien, gracias a un favor que le debe un
guardia, logra ayudar a Samuel a escapar.
A
partir de entonces, la narrativa adquiere tintes fantásticos. Samuel
asiste a los quince años
de Laurita, la chica que ama con una mezcla de ternura y obsesión.
Durante el festejo, utiliza una piedra mágica –objeto
misterioso que carga consigo– para desear que ese instante con ella dure para
siempre. El deseo se cumple, pero de forma inesperada: todos los asistentes se
transforman en cucarachas, el caos estalla y, sin embargo, Samuel y Laurita
comparten un instante de amor eterno, suspendido en el tiempo y sellado por la
piedra.
Andrea
Cortés,
quien interpreta a Laurita y también es una de las narradoras, señala:
“No soy de Monterrey, así
que fue una experiencia de mucha investigación. Tuve que
conocer los lugares mencionados en la obra y apegarme a una cultura muy
arraigada que no conocía
del todo. Eso me ayudó
a construir un personaje desde un contexto social que fui descubriendo con la
puesta en escena”.
Por
su parte, Diego de Lira comenta: “La obra plantea un grito de ayuda a los soñadores
que, aún
viviendo entre cucarachas, encuentran que estas son más amables que
algunos humanos. Nos habla de una sociedad que desea que fracases y de un amor
que, aunque no convencional, atraviesa la catástrofe para
encontrar su luz”.
Gutiérrez,
autor y director, explica: “La obra surge a partir de una pregunta: ¿cómo
vería
la ciudad un insecto? Quise hablar de los barrios donde crecí,
de la cultura regia, de cómo
nos sentimos pequeños
en la ciudad. También
sobre el amor, no uno idealizado, sino uno que existe en medio de la confusión
y el caos. Todos tenemos algo que contar, aunque parezca insignificante”.
Reconocimientos y trayectoria
El chico que quiso volar con alas de
insecto recibió
mención
honorífica
en el Premio Independiente Teatro sin Paredes 2019, obtuvo el apoyo del
Programa de Estímulo
a la Creación
y Desarrollo Artístico
(PECDA) del Sistema Creación
y Nuevo León
2022, y participó
en el Encuentro y Festival de Teatro de Nuevo León 2024. Su actual
temporada forma parte del Programa Nacional de Teatro para niñas,
niños,
jóvenes
y personas adultas del INBAL.
Una
propuesta escénica
que invita a mirar desde la tierra y la resistencia, para elevarnos –aunque sea
con alas de insecto– en busca del amor, la identidad y la esperanza. La puesta
en escena se presenta hasta al 3 de agosto de 2025, con funciones de jueves a
domingo en el Teatro El Galeón
Abraham Oceransky, ubicado en el Centro Cultural del Bosque, Ciudad de México.
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A.S
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