Hugo Falcón Páez
El arte no muere.
No todos son artífices del y para el arte, pero todos los seres humanos tenemos la capacidad creativa, y lo más doloroso, frágiles ante una enfermedad llamada ignorancia, la cual nos hace olvidar quiénes somos, cómo vivimos, por qué hacemos lo que pensamos, dónde estamos y dónde vamos. Muchas veces, las más importantes en nuestra existencia, no lo hacemos llegar al albor del mundo, porque el arte es un terreno de la mente que escarba y escudriña las formas, las líneas y los cuerpos; los olores, aromas y fragancias; el ruido y los sonidos; los sabores agrios, amargos, dulces y rancios; la visión en sí de uno mismo y de las ideas que puedan darse. Dar y quitar para nacer en otra pose, en otra obra, ser padres e hijos de algo.
Y así, el ser surge como una amalgama sapiencial, sumergidos en mecánicas de supervivencia, para dar placer y comodidad en una civilización que va en “evolución” o en una “revolución”, en una historia para poder mejorar el diseño que el Universo nos otorga, que Dios nos dio, que la energía de la cual estamos hecha nos transforma. Todo el que hace arte merece ser reconocido, ser perseguido para que dé más de su talento, de su inspiración y de su aptitud, sin embargo, lo contrario se establece con minorías, como una casta en medio de clases sociales en donde unos son mercenarios, otros asaltantes, otros delincuentes, otros estafadores y fraudulentos.
En lo siguiente, otorgo dos temas; uno milenario, el otro, un silogismo extenso.
6 Cánones de la pintura China; según el crítico de arte HSIEH-HO
I. Elevación espiritual y movimiento.
II. Manejo del pincel en el dibujo de las líneas.
III. La forma en su relación con los objetos.
IV. La elección de los colores apropiados a los objetos.
V. Composición y agrupamiento.
VI. Copia de los modelos clásicos.
El arte es cultivar el alma y sembrar actos de paz y felicidad, esa luz que brilla en los ojos y se ve en la energía que se imprime, desde un saludo hasta el caminar, para comprender la vida, hacerla más agradable, sumirnos en otros mundos, reflexión abstracta, pensamiento surreal y verdad absoluta.
Sugiero leer, cualquier superficie que vaya impregnada del alfabeto, leer, pero no como suplicio, ni como meta, ni mucho menos para presumir o ganar una plática; los libros liberan, orientan e instruyen, nutren la vanidad en los débiles mentales, su ego es la joya que se puede vender como baratija, así como los que se dicen ser intelectuales, pues no saben que murieron hace mucho tiempo atrás. No puedes ser segregacionista o prejuicioso con los que no leen o los que aman poco la lectura, eso no importa, todos tenemos intelecto, la naturaleza lo hizo de manera fehaciente, lo diseñó para tal magnitud.
No es válido recurrir al argumento aquél de, quien no lee un libro es iletrado, no sabe, es una ñufla, eso, equivale al racismo intelectual.
Hoy no debe ser así la humanidad, bueno, aquellos que pensamos que no debe ser así. La simpleza y los detalles de las imperfecciones nos unen con el tiempo, como el exoesqueleto de un animal.
El arte es amarse y acariciar la idea, se suma la creatividad en su expresión humana, se posa en la adversidad de todo acierto, de toda rama de la ciencia, de toda técnica y de toda invención. Nos abrimos al espacio para entender que la firmeza de ser nos complace, hombres y mujeres orillados a dar lo mejor, sin corrupción ni letanía, sin daño ni violencia. Así se es, primero hay que ser personas antes que ser género. Para que la pintura, la orfebrería, la danza, el teatro, la poesía y el poema, el canto, la artesanía, la ebanistería, la gastronomía y cualquier manifestación capaz de construir substancia, nos delate como artistas.
El arte es una sonrisa, un saludo, un vistazo a la bondad, compartirla con la familia, el amigo, el pariente, el vecino, el común, el mundo pues requiere de ello, paz y felicidad. Arte, toda la vida ha transcurrido en nosotros. Por eso remarco, el arte no muere.
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