Falcotitlan: EPIFANÍA

Hugo Falcón Páez



Originar una manifestación de amor, es lo que hace falta.


En los momentos más silenciosos y quietos del alma, empiezas a nutrir la idea de que hay vida más allá de nosotros y de todo lo que nos comprende en la Tierra, un Cosmos nos da planetas habitables de formas inimaginables y substancias no concebidas. Saber quiénes somos y de dónde nos originamos, es alimentar a la ciencia y a la religión. Al incrédulo, al escéptico, al neófito, al creyente, al ateo. Es alimentar la ideología de la economía que sucumbe al obrero, al ciudadano, al indígena, al marginado. A la praxis política que desorienta al civil, al estudiante, al iniciado. Conocernos es ser, y entender quiénes somos y a dónde vamos, porque la vida es una manifestación clara, transparente, lúcida. Por ello, el raciocinio como atributo de nuestra raza, para intentar sobrevivir y para lograr un legado, pero en el olvido, nuestras ambiciones y menesteres se hacen cíclicas. Eso es una epifanía que celebra el Ser y a cada uno de nosotros.



Perdidos en la Vía Láctea, en nuestro motor terrenal y con un espíritu orgánico, inventando culturas, sociedades con funcionales ecosistemas. Inadvertido momento entre nosotros y el resto, el Universo incrustado en el alma de cada ser viviente. Interconectados. Así funciona, con la historia de los caídos, del mártir, del profeta, del guía, del traidor, de los santos, de los liberadores de almas. Donde haya un Dios habrá un humano, malo o bueno, no hay diferencia. La conducta que nos rige es monstruosa, disipa perfección y articula belleza que nos mantiene muertos. Cada uno en su lenguaje preparará la narración personal, dejar la constelación de momentos que quiere uno coleccionar en el hipotálamo. Aunque juntos amemos las mismas cosas, la mente nos dividirá para dejarnos solos y en paz.



Y si nos rige una ley natural la cual nos lleva entre tanto espacio y tiempo, entonces estamos distinguiendo la crisis de un sitio como la llama de un incendio, arde hasta consumirse en cenizas. Poder hacer las cosas correctas, parece ser como tener la respuesta a un logogrifo e inmediatamente ocultarla para que nadie la halle. Por eso, más allá de cualquier parábola, aforismo, fábula, rumor, leyenda o tradición, se forja una representación de vida por cientos de años. Una memoria borrada por el instinto, la percepción, los sueños y las ideas, erigiendo caos para luego levantar una civilización, un individuo, un emporio. La evolución, como el Ave Fénix, se postra en los ojos de cada humano la transformación con un sinnúmero de formas utilizadas para crear y salvaguardar la vida, eso es lo significativo, debe serlo. Hoy, carecemos de momentos silenciosos y quietos en el alma, la aurora de nuestras emociones, el prisma del gusto por vivir. Mañana, comprenderemos la razón del mundo, y tan sólo un fragmento nos develará la magia que emerge de nuestra mente, corazón y espíritu. Los verdaderos Reyes Magos.

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