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Descarbonizar las economías

La reducción de las emisiones es fundamental para la acción climática. Y si bien todos los países desempeñan un papel importante, los países de ingreso alto y otros países que emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero (GEI) deben priorizar urgentemente los esfuerzos dirigidos a descarbonizar sus economías. Con estrategias climáticas bien diseñadas, sus economías pueden seguir creciendo y, al mismo tiempo, reducir las emisiones de GEI.

 El Grupo Banco Mundial está apoyando la transformación de sectores clave que representan más del 90 % de las emisiones de GEI: energía; agricultura, alimentos, agua y tierra; ciudades; transporte, y manufacturas. Las transiciones hacia modelos con bajas emisiones de carbono en estos sectores tienen el potencial de generar billones de dólares en inversiones (i) y millones de nuevos empleos durante la próxima década. Las oportunidades incluyen energía renovable y formas limpias de cocinar; la electrificación y la eficiencia energética del transporte, los edificios y la industria; una gestión más adecuada del uso del agua y la tierra, y una participación más amplia en cadenas de valor verdes, incluida la extracción de minerales críticos. Esta transformación también podría mejorar decisivamente la calidad de vida.

La reducción de las emisiones también podría ayudar a abordar la mala calidad del aire y generar importantes beneficios para la salud de quienes viven en las ciudades con más esmog del mundo. En los primeros meses de la pandemia de COVID-19, los confinamientos restringieron considerablemente la actividad económica en todo el mundo, lo que produjo una reducción inesperada de la contaminación atmosférica. El despeje temporario de los cielos permitió vislumbrar lo que podría suceder si los países y las ciudades descarbonizaran sus economías, pero no es necesario que ello venga acompañado de un costo económico y humano similar al generado por la pandemia.

Hoy en día, la contaminación atmosférica es la principal causa ambiental de enfermedades y muertes prematuras en todo el mundo, dado que provoca la muerte de 7 millones de personas cada año. También constituye una prueba contundente de que los GEI están calentando nuestro planeta. Los contaminantes atmosféricos y los GEI suelen provenir de las mismas fuentes, por ejemplo, las centrales eléctricas alimentadas a carbón y los vehículos que utilizan diésel. Miles de millones de personas están expuestas a peligrosos niveles de contaminación atmosférica. Los perjuicios que esto provoca en la salud ascienden a USD 8,1 billones al año, lo que equivale al 6,1 % del PIB mundial.


En El Cairo, la bulliciosa capital de Egipto, los cielos brumosos son testimonio de los 22 millones de viajes motorizados que se realizan cada día en la ciudad (PDF, en inglés).
En Egipto, unos 2 millones de personas solicitan atención médica por problemas respiratorios cada año, y el costo económico anual de la contaminación atmosférica para la salud solo en el Gran Cairo representa alrededor del 1,4 % del PIB del país.


Reconociendo los costos económicos, ambientales y sanitarios de la inacción, Egipto hizo del transporte sostenible un elemento clave de su programa de políticas.
En la estrategia Visión 2030 (i) del país se insta a reducir un 50 % las concentraciones de partículas pequeñas de PM10 a más tardar en 2030.

Mediante el Proyecto de Gestión de la Contaminación Atmosférica y sobre Cambio Climático en el Gran Cairo (i), de USD 200 millones, se espera reducir en un 30 % las emisiones de GEI provenientes de los residuos sólidos municipales y en un 23 % las generadas por los nuevos autobuses públicos eléctricos.
Estos esfuerzos no solo están reduciendo las emisiones, sino que también contribuyen a que los residentes de El Cairo gocen de un aire más limpio.

A través de un programa de intercambio, 45 000 taxistas de El Cairo (i) entregaron sus taxis antiguos para obtener vehículos nuevos y mejorados.
Gracias a la línea de metro (i) de la ciudad, se ha reducido en un 13 % la cantidad de automóviles en las carreteras.

Además de reducir las emisiones de carbono, también es esencial promover los esfuerzos para disminuir otros GEI, como el metano, un contaminante potente de corta vida que tiene un impacto mucho mayor y más inmediato en el calentamiento global que el dióxido de carbono (CO2). En la COP26, 104 países adhirieron al Compromiso Mundial sobre el Metano (i) con el propósito de reducir colectivamente las emisiones de este gas en al menos un 30 % para 2030 (respecto a los valores de 2020).

Este nivel de intervención permitiría reducir el calentamiento entre un cuarto y un tercio de grado centígrado a mediados de siglo, y entre medio grado y tres cuartos de grado para 2100. Cada fracción de grado contará.

El Grupo Banco Mundial tiene un largo historial de reducción de las emisiones de metano en los sectores que más generan: agricultura, energía, saneamiento y desechos. Por ejemplo, para abordar el problema del metano procedente del cultivo de arroz (alrededor del 8 % de las emisiones antropogénicas de metano a nivel mundial), el Proyecto de Modernización Estratégica y Rehabilitación Urgente del Sistema de Riego (i) en Indonesia permitirá modernizar los servicios de riego y mejorar la eficiencia del abastecimiento de agua a las granjas de arroz, reduciendo así las emisiones de metano en más de 253 000 hectáreas de tierra.

En el marco del proyecto se utiliza la tecnología de ahorro de agua conocida como alternancia humectación/secado para ayudar a los agricultores a reducir las emisiones de metano, así como el uso de agua de riego, sin disminuir los rendimientos.

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