Carlos Reyes Romero
Así han calificado diversas personalidades de la vida
pública las declaraciones del procurador Jesús Murillo Karam sobre los avances
en la investigación del paradero de los 43 normalistas desaparecidos.
Vergüenza e indignación por la cachaza y la indolencia
mostrada tanto por el procurador como por el presidente Peña Nieto al dar por
cierto que los jóvenes están muertos.
Dolor de los padres de los estudiantes y de toda la sociedad
mexicana por la tragedia que implica que en México sucedan estos hechos con la
plena complicidad y encubrimiento de quienes pudieron haberlos evitado si
hubieran actuado a tiempo para detener y llevar ante la ley al ex alcalde de
Iguala por el asesinato de Arturo Hernández Cardona, Félix Bandera Román y
Ángel Román Ramírez; de haberse hecho así no hubieran sucedido en Iguala los
crímenes de lesa humanidad que todos lamentamos.
Con la certeza de quienes están convencidos de que promueven
una causa justa, los padres de los normalistas desaparecidos condicionaron la
aceptación de que los estudiantes fueron asesinados e incinerados, a que los peritos
argentinos en antropología forense confirmen de manera fehaciente y concluyente
que efectivamente se trata de ellos.
Asimismo, demandaron que el gobierno mexicano firme cuanto
antes el convenio con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH),
para que especialistas de este organismo participen y asesoren en la búsqueda
de los desaparecidos y también que se brinden todas las facilidades a los
representantes legales de los padres de los desaparecidos para que puedan
participar y tener acceso sin límites a toda la averiguación que realizan las
autoridades ministeriales y gubernamentales.
Exigieron también al presidente Peña Nieto que cumpla los
compromisos suscritos el 29 de octubre pasado, particularmente el de redoblar e
intensificar la búsqueda de los jóvenes.
Los padres y buena parte de la sociedad mantienen la
esperanza de que los normalistas todavía estén con vida.
.png)
Antes de partir a su gira por China y Australia, Peña Nieto reconoció
por primera vez la debilidad institucional del gobierno de Aguirre Rivero y la
complicidad con el crimen organizado del gobierno municipal de José Luis Abarca
Velázquez, ahora detenido junto con su esposa María de los Ángeles Pineda, y
prometió que no se cejará hasta que se
haga justicia.
No hay muchas razones para confiar en la palabra del Presidente,
dado el involucramiento que tanto él como el secretario de Gobernación Miguel
Osorio Chong y el procurador General Jesús Murillo Karam, tienen en la
protección y encubrimiento del ahora ex alcalde de Iguala, además de haber
obstruido la justicia al no haberlo separado a tiempo del cargo y procesarlo.
Los tres sabían de la participación de José Luis Abarca
Velázquez en los asesinatos arriba mencionados, como lo sabían el gobernador
Aguirre Rivero, el secretario de Gobierno Jesús Martínez Garnelo ˗en su caso
desde que era presidente del Tribunal Superior de Justicia˗, el fiscal general de
Guerrero Iñaki Blanco Cabrera y el secretario de Seguridad Pública Leonardo
Vázquez Pérez.
Todos ellos tienen responsabilidad oficial que debe ser
investigada a fondo para fincarles los delitos a que haya lugar y sujetarlos a
proceso. La impunidad no debe prevalecer.
El Congreso de la Unión está obligado a ir más allá de la integración
de la Comisión de la Verdad y la Justicia, propuesta en el senado de la República;
debe de inmediato retirarle la inmunidad constitucional cuando menos al
secretario de Gobernación y al procurador General de Justicia, para que
respondan de sus actos.
Tan es así, que ya la Revista New York Times adelanta la
necesaria remoción de Osorio Chong y hasta nomina a su posible sucesor.
Lo propio debe hacer el Congreso del Estado de Guerrero, en
cuanto a la inmunidad constitucional de que todavía gozan tanto el ex alcalde de
Iguala como el ex gobernador Aguirre Rivero. La separación del cargo no quita
automáticamente la protección del fuero, que en el caso de Guerrero, de acuerdo
con la nueva Constitución, se prolonga hasta dos años después de dejar el
cargo.
Deben deslindarse también las responsabilidades en que
pudieron haber incurrido tanto el secretario general de Gobierno Jesús Martínez
Garnelo como el ex secretario de Seguridad Pública Leonardo Vázquez Pérez,
quien recién renunció al cargo.
Lo malo es que el entramado jurídico del país no permite
fincarle responsabilidades a ningún servidor público de los que
constitucionalmente pueden ser sujetos a juicio político o a juicio de
procedencia, porque la constitución y las leyes de responsabilidades de los
servidores públicos están deliberadamente diseñadas para favorecer la impunidad
y eludir la justicia.
¿Qué alternativa le están dejando al pueblo?
Noviembre 7 de 2014
0 Comentarios